Año III

28 de septiembre de 2023, La Plata, Buenos Aires, Argentina

El ojo observador

Por Gabriela Alejandra D’Onofrio 

Agua, suelo, aire y fuego. Los cuatro elementos de la naturaleza fueron nombrados por la Filosofía desde tiempos remotos como parte de un sistema que sólo funciona integrado.

Hoy, jóvenes de todo el mundo que pertenecen a distintas organizaciones socioambientales, movimientos sociales, organizaciones feministas, pueblos originarios, sindicatos, artistas, organizaciones políticas, advierten que “No hay Planeta B” , visibilizando con su lema, el riesgo que significa  no detener la escalada del deterioro planetario.

Podemos percibir debido al lugar en que la pandemia nos ha colocado como observadorxs,  que  el planeta que habitamos sufre transformaciones.

Hemos visto  cambios bruscos en la naturaleza. Algunos positivos, como cuando disfrutábamos viendo animales de distintas especies que recorrían las calles de las  ciudades  porque la humanidad se confinaba  en sus casas. Los ecosistemas naturales se expandían tomando el territorio de los ecosistemas artificiales. O cuando las imágenes satelitales nos mostraban cómo impactaba positivamente en la concentración de gases contaminantes de la atmósfera, la disminución de la circulación de vehículos en distintas ciudades del mundo. Creímos que el mal de la pandemia podía aportar algo positivo al planeta.

Pero esa idea optimista se vio opacada rápidamente cuando ocurrieron otros fenómenos que también fueron visibles  y   drásticamente perjudiciales como incendios e inundaciones, por ejemplo.

Nos dimos cuenta, sin ser expertxs, de que estábamos en graves problemas en cuanto a nuestro panorama ambiental

Algunos medios de comunicación se jactaban y lo siguen haciendo, de ser los primeros defensores del medioambiente  cargando las tintas muchas veces, sobre la responsabilidad de la población de a pie, apelando a la “conciencia individual o colectiva” como salvación de la catástrofe que se avecina acusando  directa o indirectamente al espectador, haciéndolo responsable de este panorama. La culpa ante todo, una vez más, usada como factor de dominación e inoculada en  la opinión pública; argumento  inconsistente y hueco que evade las verdaderas responsabilidades, es decir  de quienes toman las decisiones.

Las sequías en la cuenca del Amazonas, las inundaciones por lluvias torrenciales, los incendios forestales ¿son realmente responsabilidad de la gente de a pie? Claramente, no.

Este fenómeno comunicacional  resulta muy curioso, considerando que muchos medios bregan por frenar el calentamiento global, y dependen de las mismas naciones-potencias internacionales  que resultan ser las que generan  mayor cantidad  de emisiones de gases que aumentan el efecto invernadero y al mismo tiempo, no quieren limitar esas emisiones porque  significaría  limitar el gran negocio automotriz, dependiente  de la venta del petróleo, ambos multimillonarios.

Los gobiernos miran para otro lado en relación a las decisiones que toman sus empresas en vez  de posicionarse seriamente respecto de este tema.

Los incendios forestales se reiteraron y replicaron en todo el  territorio argentino y en  el mundo.

La  quema de   los campos muchas veces es intencional. Se recurre  a esta práctica para acelerar el proceso de siembra, por ejemplo, de soja transgénica. Soja que se exporta  a varios países para ser utilizada como  alimento de cerdos. Con esta siembra, se  extraen los nutrientes del  suelo de tal forma que si quisiéramos plantar para producir alimentos, tendríamos que esperar mucho para que estos nutrientes  se repongan naturalmente. Los nutrientes que se pierden, no están incluídos en el precio de la soja de exportación, se van del país sin generar alimentos para la población humana.

La semilla que se usa es de soja transgénica, modificada genéticamente para resistir a la fumigación con glifosato. Por eso se vende el combo: soja transgénica +glifosato: un negocio redondo para las empresas. De ninguna manera lo es para el sostenimiento de los recursos naturales ya que contamina el suelo, lo deja empobrecido  para producir alimentos, contamina el aire, contamina el agua de las napas, contamina a las personas que son afectadas por la fumigación directa o por la deriva de la fumigación .

La soberanía alimentaria plantea la importancia de que una nación tenga la posibilidad de producir sus alimentos, que en lo posible sean con semillas naturales para preservar la biodiversidad de sus especies.

En menos de  dos años de pandemia pudimos observar muchas cosas: queremos preservar el ambiente y los recursos y deseamos un desarrollo sustentable. No  se trata de  voluntades individuales ni  intervenciones  atomizadas. Se trata de poner  la mirada atenta a las decisiones de los  gobiernos en cuanto a que se ejerzan los controles necesarios para preservar el planeta   para  la población mundial por sobre los intereses del poder económico.

Cuatro elementos y organización para  mantener los ojos abiertos, de modo de integrarnos al engranaje de nuestro frágil mundo natural, con el firme posicionamiento de no abandonar esta trinchera.

*La imagen de la portada fue extraída del banco de imágenes gratuito “Pixabay”. Link: https://pixabay.com/images/id-326923/

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