
La poesía tiene un poder profético
Entrevista a Verónica Pérez Arango
por Lidia Rocha
En primer lugar, quisiera saber qué escribiste luego de Nadie duerme de verdad aquí. Este libro, el último que he leído, fue publicado por Caleta Olivia en 2021.
En este momento estoy trabajando en un nuevo libro de poemas en verso, alrededor de la idea del llanto, del llanto como manifestación de la tristeza, pero también como manifestación de un tipo de silencio obturador capaz de petrificar todo en hielo. Es un material que tiene un tono muy surreal, con imágenes bastante enloquecidas y que a nivel formal se propone interrumpido, sonoro, repleto de blancos. Intento con este nuevo libro contar el recorrido de una voz que va mutando a lo largo del tiempo.
El planteo es muy original (no recuerdo haber leído algo así). Te pido un poema para ver cómo está entrelazándose el lenguaje allí. Y te pregunto qué te movió hacia este tema y, en especial, si hay alguna influencia literaria que detectes. ¿Ya sabés qué título tendrá?
No me propuse un tema al empezar a escribir, más bien comencé observando una escena en memoria de infancia, una imagen que no pude jamás sacarme de la cabeza: una niña preadolescente subida a un pequeño mueble, mirando por la ventana de su casa, hacia afuera, hacia la calle con sol y árboles, todos los domingos, con la sensación nítida de estar a su vez en otro lado y desear ese otro lugar con una fuerza capaz de atravesar el espacio. Tiré de esa imagen mediante pequeñas prosas, traté de pasar a través de esa ventana y empecé a mudarme, otra vez, al verso. Esa escena infantil autobiográfica y anecdótica ya no está en el libro -aún sin título- pero sus esquirlas se dispersan por los poemas que lo componen.
Mientras escribía me di cuenta, al tiempo, que estaba componiendo poemas que miraban de frente la tristeza y el llanto, que son dos estados que conozco muy bien, desde pequeña. Descubrí que quería tratar, a partir de la escritura, mi tendencia hacia la tristeza.
Curiosamente, las influencias las noto luego de la escritura, un tiempo después, como si estuvieran dormidas muy adentro y despertaran haciéndome señas para saludarme y decirme “vos venís de aquí”. Y hay otro tipo de influencias que creo son más bien confluencias: me refiero a los materiales parientes que me voy encontrando mientras estoy sumergida en un proyecto, como apariciones. En este caso se me apareció la pintura de Dorothea Tanning o la poesía surrealista de Radovan Ivsic, entre otras texturas, por supuesto. Aquí va un poema de este libro:
estos son los días del llanto
los días del humor de vidrio
escucho el eco
de mi garganta
como si un insecto mordiera
fruta crocante, cercana
estos son los días del tono bajo
y yo tengo un miedo
venenoso
como de celofán
En todos tus libros siempre me ha impresionado tu capacidad para transformar en poemas conmovedores y de gran lirismo situaciones de la vida dolorosas y difíciles. ¿Reconocés esta cualidad en tus poemas?
Bueno, creo que ése es el trabajo del poema, el de traducir la experiencia de estar vivo, con todo el dolor que eso implica, en otro material, un material provisto de torceduras, silencios, atajos, deformaciones, capas geológicas hechas de lenguaje que, en el mejor de los casos nos permitan ver las cosas con otro velo.
Uno de tus primeros poemarios es Un dibujo del mundo. Allí decías “en cada casa y corazón hay tejas estalladas” pero también:
Atrás quedan la hora de la sombra y la pérdida
del fin, el lugar común del protagonismo.
Diluyo los contornos de los relatos cotidianos.
Ser invisible y amasar brazos fuertes y leche
para vos.
Allí leo algo de esa mirada hacia el dolor, pero también la metamorfosis del dolor para “amasar leche”, transformaciones que bien podrían aplicarse a la maternidad tanto como a la poesía.
No sé si “Un dibujo del mundo” o “Camping” te suenan muy lejanos o si te traen una voz poética en la que aún podés reconocerte. En “Camping” hay un contacto con la naturaleza, un respeto por su poder, también mucha plegaria (el verbo “rezar” se repite aquí y allá). Y las ganas de escribir que se hace fuerte en ese mundo:
Como los teros me mojo las patas
Mientras pienso en un poema que sea
una lista de graffitis sobre las piedras.
Y este otro fragmento:
Desde las rocas pintadas
caigo
mientras pienso en un poema que sea
una lista de cosas bellas.
De hecho, en “Un dibujo del mundo” se hace presente esa lista de cosas bellas, como si un libro ya llamara al siguiente:
Los años felices:
-los pies de los niños de dos a cinco años.
-las manos de las mujeres de más de ochenta.
-los pelos púbicos de los hombres de sesenta en adelante.
-los muslos de los adolescentes.
-las rodillas de los ancianos.
-la oreja derecha de una telefonista.
-la espalda de un trabajador portuario.
-las uñas de un albañil.
-las uñas de un oficinista.
-tus glúteos.
-mis glúteos.
-las tetas de una mujer amamantando
¡Qué interesante tu lectura, Lidia! Bueno, sí. Yo creo que la poesía tiene un poder profético y ese poder es encarnado por algunos poemas. Lo que sucede es que yo no soy consciente de eso y recién lo descubro en el futuro, es decir cuando los nuevos libros ya están escritos y puedo reconstruir la trama entre ellos. Los poemas siempre son más inteligentes que nosotrxs y saben algo que no conocemos hasta que la voz del poema lo pronuncia.
En este sentido los poemas se anticipan y llaman a los hechos, conocen no sólo el futuro de un poema nuevo sino el futuro biográfico. Ahora veo claro que, en todos mis libros, un verso llama al siguiente pero también llama, como un cascabel, a la prefiguración de situaciones que viviré próximamente, por ejemplo, La vida en los techos trae los últimos latidos de un amor, cuando mi yo biográfico ni siquiera era consciente de una separación en el futuro. Creo que la escritura es un tratamiento sobre las cosas y las emociones, un modo de pensar. Hay un rodeo, un rumiar que yo necesito hacer para acercarme a algún tipo de entendimiento del mundo, un conocimiento lábil, impermanente y provisorio, que sin embargo me tranquiliza porque me permite nombrar el dolor y la pérdida de vida. A mí me desespera vivir, me maravilla y a la vez me espanta.
La escritura tiene a veces un poder anticipatorio. Uno de los poemas de Nadie duerme de verdad aquí dice: “Los pétalos van a cubrir el piso de esta habitación en diciembre, serán la alfombra por la que caminen los gatos”. Nombra el mes de diciembre, que fue cuando murió tu papá. Como si la escritura supiera más. Como si fuera por delante de nosotros.
Ese libro me produjo un profundo impacto, porque está atravesado por la terrible pregunta: ¿Cómo volver vivible un duelo? La manera que encontraste fue poetizar el lenguaje médico.
Hubo, creo, un intento deliberado de mezclar distintos tipos de textos: el discurso enciclopédico, el discurso médico, el discurso poético. Me interesa conocer ese proceso, esa mezcla. El paralelismo que estableciste entre la máquina de diálisis y el proceso de edición, por ejemplo. También cómo abordaste la figura del cuidador. Y la cercanía y la distancia entre lo autobiográfico y la creación, vos has dicho: “Hay una persona que enuncia y que, desde ese lugar toma una posición, y se convierte también en personaje. Soy yo y no soy yo, es mi padre y no es mi padre”.
La memoria es otro de los elementos muy presentes en ese libro (y en otros): “En el plano de la memoria hay otra existencia”, has dicho.
Mi intento de mezclar ambos discursos fue deliberado. El diagnóstico médico se autoprovee de la dureza de los nombres, de la clasificación entre cuerpos enfermos y sanos; esperar a los médicos, hablar con médicos; escucharlos como en una zona fronteriza casi onírica donde una no maneja el código del todo bien, para recibir la respuesta a una incógnita sobre la salud de un padre, acarrea hacia adelante la certeza de que hay y habrá falta e incomprensión. El discurso científico no alcanza. El discurso médico diagnostica y una se pregunta qué significan esas palabras, que llevan adentro, qué despliegue de escenarios e imágenes presentes y futuras pueden desbordarse de allí. ¿Qué se hace al recibir un diagnóstico? ¿Cómo accionar, más allá de los posibles tratamientos, me pregunté y me sigo preguntando (porque todxs, tarde o temprano, somos y seremos diagnosticadxs por el ojo médico), cómo incorporar esas nuevas palabras, esas clasificaciones sobre nuestro cuerpo?
Recuerdo que un informe médico de la vejiga de mi padre, decía “vegetaciones”, tenía “vegetaciones” en la vejiga. Ahí me conmoví: me di cuenta de que el discurso científico estaba necesitando nombrar con palabras que no eran de su mundo, al usar la botánica o el mundo de las plantas para describir un escenario de enfermedad. Las palabras de los mundos conocidos, de los mundos donde nos movemos en el día a día no alcanzan para nadie, tampoco para los médicos. Yo ahí vi una mezcla, dos sustancias bien distintas, filtrándose, de un lado para el otro. De ahí quise tirar, de esa cuerda. Para poder dar otra versión de los hechos, no la versión correcta (eso sería una aversión) sino una mirada propia sobre lo que pasa cuando el lenguaje médico toca el cuerpo de alguien que cuidás y amás. Yo no quise quedarme con las palabras de los médicos, con la manipulación de las enfermeras, con la blanca pesadilla hospitalaria. No. Yo quise transformar todo eso en un poema. El poema no me salió, salió otra cosa más anfibia en la que mi padre puede figurarse como más que eso. No es mi padre ahora el del libro como no soy yo la primera persona enunciadora. La vida en el libro es otra, no es la biografía. Por suerte la literatura puede adulterar la vida para que podamos también quedarnos allí.
Cuando a mi papá le dijeron que su futuro próximo iba a ser con diálisis, me puse a googlear mucho sobre el tema, además de enterarme, gracias a conversaciones con mi madre, que la diálisis no sólo filtra la sangre, es un proceso mucho más complejo que termina involucrando a todo el cuerpo, no solo a los riñones. Y hay un riesgo enorme de que falle. La muerte no deja de estar nunca amenazando porque lo que se altera es un equilibrio.
Creo que la tarea de corrección de un material literario, que yo disfruto enormemente, es la de la búsqueda de un modo de cuidado particular de un cuerpo particular no humano, el deseo de un equilibrio para que el ecosistema no muera. Corregir implica conocer el material que al principio, cuando estabas creando, no conocías porque eras todo impulso y borbotones de palabras. Pero después sí hay que saber qué lugar ocupa cada parte en el conjunto, para mover las piezas de lugar, a la vez que ese pasaje de una zona a otra modifica el sonido, la cadencia, el ritmo del texto. Siempre vamos a sacar y a filtrar, al menos en el caso de nadie duerme de verdad aquí, fue mucho lo que quedó afuera, como un desecho.
El trabajo literario, en lo que respecta a la factura del libro, como un proceso enorme que no es para nada solitario. A la inversa de la escritura, que se hace en soledad. Me gustaría saber más sobre esos “acompañantes” en el proceso de escritura.
No suelo “abrir” inmediatamente mis trabajos en proceso, necesito un largo tiempo de relación monógama con mi escritura nueva, conocerla, saber qué quiere o necesita. Si no me siento segura, les doy demasiada importancia a las voces de los demás, sus opiniones, y pueden llegar a paralizarme. Me siento demandada con facilidad.
En una primera instancia sí o sí quiero escribir sin rumbo fijo, lo más libremente, sola con mi deseo de escribir y todas las incógnitas y desconocimiento por delante. Luego, sí, soy de compartir en lecturas en público entre desconocidxs, o con ciertas amigas que me esperan genuinamente y vienen siguiendo muy de cerca los procesos de escritura en los que me involucro, como Florencia Fragasso o Lila Biscia, por ejemplo, infaltables con sus comentarios, sugerencias, devoluciones
Para (casi) terminar, te cuento que yo leí posteriormente los demás libros, pero mi acercamiento inicial, el primer libro tuyo que escuché y leí fue “Hielo incandescente”, donde das un salto (casi) completo fuera de lo autobiográfico para lanzarte poéticamente sobre una noticia periodística. Me gustaría preguntarte cómo te atreviste a semejante salto y cómo te hizo sentir.
Hielo incandescente es un libro que disfruté una barbaridad escribir. La noticia periodística la leí muchísimos pero muchísimos años antes de ponerme a escribir el libro. Me acuerdo perfecto de estar leyendo el diario, dar con la noticia y sentir un flechazo: “esto se va a convertir en un próximo libro”. Tenía esa certeza. Pero en ese momento también sentí que no era el momento, que faltaba. La imagen del tipo saltando desde el espacio empezó a cercarme, me acompañó por años, se volvió cada vez más consistente hasta que fue una voz independiente a mi voz biográfica. Más allá de que en Hielo incandescente hay muchos elementos, diría la mayoría, construidos por mi imaginación, el corazón que late es autobiográfico. Pero “la vida” está muy velada detrás de los dos personajes protagonistas. Dar el salto hacia la imaginación desatada, me permitió un trabajo más cercano a la novela si se quiere: los personajes tenían un recorrido que hacer, tenían un conflicto. Fue fascinante vivir un tiempo en el cielo y otro tiempo en la tierra, descubrí cosas sobre el fin del amor.
Biografía de Verónica Pérez Arango
Verónica Pérez Arango nació en Buenos Aires en 1976. Es Profesora en Letras por la Universidad de Buenos Aires. Publicó varios libros de poesía: Camping (Vox, 2010), Un dibujo del mundo (El Ojo del Mármol, 2014/ Ediciones Liliputienses, España, 2015), La vida en los techos (Colectivo semilla, 2016), Hielo incandescente (Caleta Olivia, 2017) y Nadie duerme de verdad aquí (Caleta Olivia, 2022). Algunos de sus trabajos fueron publicados en antologías, como Otros colores para nosotras (2018) o Martes Verde (2018). Trabaja como docente y coordinando talleres de lectura y escritura para jóvenes, adolescentes y adultxs. Codirige, junto a Flor Defelippe, el ciclo de poesía “El bosque sutil”. Nadie duerme de verdad aquí es su último libro que salió por Caleta Olivia y por el que recibió, en 2017, una Beca a la Creación del Fondo Nacional de las Artes. En 2019 el Fondo Metropolitano de las Artes y la Transformación social de Vicente López le otorgó una beca de formación para impartir el taller EL ESPEJO, sobre escrituras autobiográficas, destinado a adultxs mayores. Ese mismo proyecto, en 2021 recibió del Fondo Nacional de las Artes la Beca Formadores.
Selección de poemas
Poemas de LA VIDA EN LOS TECHOS
El cuidado de las cosas
Cuando volvimos de viaje
hubo que reconocer de nuevo
la vieja casa. La pileta de lona
era una laguna viscosa y quieta
con vida microscópica
brillando entre restos de hojas
y alas podridas de insectos.
Nadie podría sobrevivir en un medio así.
Mejor dicho: ningún hombre o mujer
por más optimista que sea.
Hay cosas que no necesitan cuidado
se transforman solas y alejadas
de cualquier mano laboriosa,
con la espesura del tiempo
o apenas el roce de la luz.
Esos días aprendimos a mirar
la efervescencia de la vida
y por primera vez no quisimos
cambiar nada de nada
♡
Mi poema melancólico
mi poema melancólico nace cuando barro el patio
y la paja de la escoba que arrastra el otoño quebradizo
raspa las baldosas haciendo ffjjjjjjjjj ffjjjjjjjjjj ffjjjjjjjjjjjj
mientras mis hijos bailotean atrás mío
y sus bocas son bocina matraca sonajero
disco rayado globo que estalla sifón
mi poema melancólico se escabulle por el piso
se resiste a desaparecer aunque yo ventile
los cuartos y les dé de comer a los gatitos
que cada mañana vienen a hacer pis
en las macetas
♡
Poemas de HIELO INCANDESCENTE
Me vuelvo indispensable
cuando chocamos de amor
y algunos filamentos
de electricidad
y el frágil sonido
metálico de la sangre
se reproducen
en todo el universo.
♡
Un suave planeta
desconocido
un helado de
fruta derritiéndose
bajo mi lengua solar.
Un cohete
despegando
en mi boca
Ignición
en 3, 2, 1, 0.
La Vía Láctea
de principio a fin
y las estrellas se encenderán
una a una
adentro mío.
Poemas inéditos de TRAGALUZ
¿cuántas cavidades
puede contener un cuerpo?
♡
a huella de lágrima en el pómulo
quizá un caracol
diminuto que duerme y luego
repta y lame
encuentra el corazón
♡
estos son los días del llanto
los días del humor de vidrio
escucho el eco
de mi garganta
como si un insecto mordiera
fruta crocante, cercana
estos son los días del tono bajo
y yo tengo un miedo
venenoso
como de celofán
♡
he decidido
enmudecer
no oír
más quejas
seré
la mujer que se esconde
podrán verla
espiar a los hijos
cuando llegan bajando
con regalos
por el pequeño
tragaluz