Año III

28 de septiembre de 2023, La Plata, Buenos Aires, Argentina

La trama cíclica del genocidio

Diálogo con Gerardo Curiá sobre su último libro, Zorro Cazador de Pumas, Ediciones en Danza 2022.

Por Soledad Gómez Novaro

Al abrir el libro encontramos que cada sección está encabezada por una serie de documentos para que el lector conozca previamente los sucesos que trata poema. ¿Qué te llevó a elegir esta forma de estructurarlo?

Tiene que ver con el libro anterior, Caldén, donde hay una historia con una temática similar. La estructura es muy distinta y el lenguaje también, pero me pareció importante generar un encuadre para que el lector entre en la historia, porque acá hay una narración. Me pareció fundamental que hubiera una fuente secundaria de información –histórica en este caso– porque es importante que la trama se sostenga. Es raro en un libro de poesía trabajar así, pero tomé esta decisión debido al tema.

En el acápite decís: No existe frontera en la avaricia / ni la fertilidad de la opulencia / ni el sosiego de los humillados / el deseo del rapaz / alumbra su imperio / sobre el cuerpo del otro. Podemos decir que Zorro Cazador de Pumas es un libro de denuncia.

La denuncia es una de las intenciones. En el caso de este libro, se está hablando de un genocidio que no es que ocurrió, sino que ocurre. No es algo detenido en el tiempo, no es una foto lo que se está mostrando. Es algo que está en el presente. Esa calavera del lonko sigue siendo testigo de todo lo que ocurre con este pueblo. Pero me parece que es inherente al propio sistema, es decir, los rapaces no son solamente los que están provocando este genocidio, sino que hay otros como este hay otros genocidios que se han producido a lo largo del tiempo y que todavía hoy se siguen produciendo. Hay una continuidad. La historia no se queda en el pasado. La historia está en el presente. 

El poeta palestino Mourid Barghouti escribió que, si se pretende despojar a un pueblo, la forma más simple es contar su historia y que es fundamental ver por dónde se elige empezar a contarla. Tu libro se inicia con el momento en que Zorro Cazador de Pumas es tomado prisionero. Al narrar los sucesos de la vida de un personaje histórico hay una elección en el tramo que decidís contar. ¿Por qué este comienzo?

Empecé por el momento en que ZCP es tomado prisionero para trabajar esta doble identidad: la de él y la de cualquier pueblo originario. En cuanto a ZCP, tenemos la condición de cautivo bautizado y con el apellido de Rosas por un lado y por otro, la de líder de los ranqueles. Pero en un pueblo que vive una situación de sojuzgamiento, de coloniaje también hay una doble identidad: la propia y la impuesta. Entonces se da un mestizaje en donde esa doble identidad está jugando permanentemente. Eso se puede ver también en Europa que ahora es una sociedad mestiza, como fruto del propio colonialismo europeo. O también en los partidos de fútbol donde juega Holanda, por ejemplo, hay jugadores afrodescendientes. Europa es mestiza. América es mestiza. El mundo es mestizo. Y este tema del colonialismo, el vivir en una sociedad poscolonial hace a este mestizaje, esta doble identidad. De ahí viene el sincretismo y toda una cuestión cultural. Fijate en el libro (Gerardo Curiá señala el retrato de ZCP que aparece en la tapa). Esto está tomado de una foto del cacique, no es un invento. Y cuando lo mirás, ves un gaucho. Así vestía ZCP. Hay una doble identidad: él siempre fue ranquel y también fue cristiano. 

Entonces no hay una disociación en ZCP. 

No. Hay una situación que es compleja en el universo cultural de ZCP y de su pueblo porque el contacto con el huinca transformó inclusive la cultura ranquel, que estaba fuera del dominio del blanco. En el caso de ZCP es más patente porque el estuvo trabajando como siervo de Juan Manuel de Rosas.

Inclusive en el libro decís que ZCP “sabe ser huinca”.

Justamente, tiene que ver con esto de la doble identidad y por eso empiezo el libro ahí. Mirá, un amigo mío estuvo en uno de los acampes hicieron los pueblos originarios en la 9 de julio. Son gente que estaba con celulares, viven en nuestra sociedad. Entonces esa doble identidad atraviesa todo.

¿Podríamos decir que esta condición compleja de la identidad de ZCP se da también en nosotros a partir del hecho de que somos americanos?

Lamentablemente en la Argentina, está la famosa frase que dijo nuestro presidente, que descendemos de los barcos. En primer lugar, eso no es cierto. El mestizaje está en nuestra sociedad, nosotros tenemos sangre amerindia, sangre africana. Es una sociedad mestiza. La limpieza cultural y racial es un mito inexistente. Y en los últimos quinientos años, con estos distintos tipos de colonialismo que hemos estado sufriendo, ese mestizaje tanto étnico como cultural se ha dado de manera constante. Vivimos en una sociedad necesariamente mestiza. Si vos querés crear un mundo único, globalizado, necesariamente tiene que ser mestizo porque por más que quieras imponer una cultura, lo otro sigue existiendo. Y en la complejidad de esa dominación siempre se va a producir un proceso dialéctico y una síntesis.

En ZCP también hay otro tema muy presente que es el de la memoria. ¿Cómo trabajaste este tema en el libro?

Es un eje central. ZCP era un niño cuando lo tomaron prisionero. Aprendió a ser huinca, pero nunca se olvidó de su condición de ranquel. La memoria forma una parte esencial de la identidad. Eso le permite sostenerse como sujeto, como individuo. Después, como cacique principal, tiene memoria de lo vivido en la estancia de Rosas. Sabe ser huinca y eso le permite tener una visión más clara. Todo eso contrasta con esta época, en donde el tema de la memoria está diluido, como si viviéramos en un presente permanente, en donde lo que ocurrió parecería no tener peso. Y lo quieras ver o no, acá hubo un genocidio y el hecho de que nuestra identidad como estado nación tiene origen en un genocidio es algo sobre lo que hay que reflexionar y trabajar. Negarlo no hace que desaparezca. Y no estoy hablando del genocidio de la Conquista española. Estoy hablando del genocidio que desarrolló nuestro país, constituido ya como estado. Todo esto surge de un sistema político – económico que se sustentaba en la codicia de la tierra y que se estaba imponiendo en el mundo. En el caso de Argentina, ese mismo sistema se desarrolla con las características propias del proyecto de un país agroexportador. Así es como se llegó a generar un genocidio que no se dio solamente acá. Del otro lado de la cordillera, casi en el mismo momento, se estaba produciendo la pacificación de la Araucanía, otro genocidio. Y tenemos que hablar de eso. Los estados americanos son responsables del genocidio.  Es fundamental tener presente que el estado criollo, nacido por el proceso de independencia, hizo este proceso.

Hablando del genocidio, hay otro eje que trabajás desde el lenguaje, que es el de la supresión del otro. José Pablo Feinmann, en su libro Filosofía y derechos humanos dice que “en todo genocidio resulta primordial la deshumanización de todos aquellos a quienes se va a eliminar”. ¿Cómo trabajaste este tema?

Mirá, el hecho de cosificar al otro y de convertirlo en “no humano”, el hecho de ponerlo en un museo como objeto de estudio y observación, es dejarlo fuera de la condición humana. Eso me llamó muchísimo la atención cuando yo empecé a investigar. Al principio, la calavera de ZCP es tomada como una especie de copa para beber, para tomar vino.

¿La referencia al cáliz no es una metáfora? ¿Es literal?

Sí, dicen que eso pasó. En el otro libro, en El caldén, lo digo más claramente. Además, al poner la calavera de un ranquel o los huesos de los ranqueles en un museo, como si fuera un Neanderthal o un hombre de Cromañón lo que estás haciendo es transformarlos en un eslabón más en la cadena evolutiva. Y todo eso apunta a poner al originario en una condición de inferioridad para justificar el hecho de hacerlo desaparecer. También está el hecho de tomar al otro como desierto. Con eso estás diciendo que el otro no existe. Por otra parte, pasa algo parecido al ponerle el número al cráneo. Lo transformaron en objeto cuando le pusieron el número 292, porque era la pieza 292 dentro del inventario del Museo de La Plata.

También está el aspecto del estilo. En La patria fusilada, Paco Urondo escribió que “Los hechos muy trágicos, como toda situación difícil que se vive, tienen una limpieza muy grande. No hay ornamentaciones en los hechos realmente trágicos. No necesitan ningún tipo de énfasis”. En Zorro Cazador de Pumas se cumple esta idea de P. Urondo, porque hay un estilo lacónico, absolutamente despojado. ¿Cómo nace esta voz?

Es muy distinto de lo que escribo habitualmente.  Yo suelo trabajar de otra manera, pero este libro me exigió cierta mesura en la palabra, creo que por el tema. Me parece que hay solamente dos partes del poema donde juego un poco más con el lenguaje. Uno se da cuando ZCP se encuentra con la Machi. Y también, cuando muere. En esas dos oportunidades trabajo con palabras mapuches porque son situaciones de carácter ritual.  El resto es de un estilo más directo, si bien hay ritmo y musicalidad, me parecía importante mantener ese tono para tratar el duelo, el genocidio. 

Hay un tono elegíaco…

Sí, un tono elegíaco que trasciende al personaje. 

Vos también hacés referencia a otros genocidios: a Valcheta, a Martín García, pero también te referís a Rafael Nahuel, a Santiago Maldonado. Hay algo cíclico en los hechos y también en la forma del poema, con los dos cautiverios de ZCP. 

Sí. Es una trama que sigue desarrollándose porque en realidad es cíclica la Historia. Lo que trato de hacer es enlazar lo que le pasa al personaje con lo que le pasa a su comunidad. ZCP tiene dos momentos de cautiverio y la comunidad pasa por dos momentos también. Esto se ve después de la muerte de ZCP. Ese siglo que pasa la calavera en la penumbra del Museo de la Plata tiene que ver con algo que está pasando afuera con su pueblo, con la pérdida de la lengua, la explotación. Pero la devolución y el regreso de la calavera a la tumba no rompe eso. Esto sigue pasando hoy. 

Además de tratar el genocidio de los pueblos originarios, el libro también muestra la violencia sobre la tierra. 

La concepción que tienen de la tierra los pueblos originarios es muy diferente de la de nuestra sociedad. Fijate en la tala, la desertificación y las consecuencias que están teniendo. Nosotros la vemos desde una perspectiva de apropiación y de uso, para explotarla al máximo, a tal punto, que no importa la riqueza de la tierra, no se la cuida. En el libro esa contradicción está presente y también se ve en el encuentro entre ZCP y Mansilla. La pampa es una, pero son dos visiones distintas. Yo trato de trabajar la dualidad en la percepción del cosmos, de la tierra que para ZCP es la toldería y para Mansilla, la estancia. Y eso sigue pasando en la actualidad. ¿Por qué se quiere sacar a los pueblos originarios de determinadas zonas de la Patagonia? Por la forma de la explotación de la tierra, por la apropiación de la riqueza. 

¿Vos considerás que sigue vigente el eje civilización – barbarie que atravesó toda nuestra literatura?

Yo creo que en determinados personajes de la sociedad eso sigue resonando. No en toda la sociedad, pero si hay un sector social, quizás no el más culto, casualmente, pero sí con cierta capacidad económica, en donde resuena eso. El pobre, los pueblos originarios son los bárbaros. Sigue resonando, sí. 

Podríamos cerrar con una reflexión de Rodolfo Walsh que en 1968 escribió en el Semanario de la CGT N° 1 con Ongaro que “un intelectual que no comprende lo que pasa en su tiempo y en su país es una contradicción andante”. ¿Cómo es la relación entre tu escritura y la realidad que te rodea?

Yo creo que un escritor tiene que estar en contacto con la realidad que lo rodea, que su sensibilidad necesita estar atravesada por el tiempo social en el que vive. Cómo manifestarlo puede ser muy diverso. Lo primero y lo más importante que tiene que hacer el artista es un trabajo con el lenguaje. Puede ser un pintor, un escritor, un músico. Pero resulta fundamental el compromiso con el lenguaje porque es desde ahí que se logra una transformación verdaderamente profunda. Porque yo puedo hacer un cambio político, pero no voy a cambiar nada si las estructuras del lenguaje y las estructuras del pensamiento siguen siendo las mismas. En cambio, el artista puede transformar el lenguaje y, a partir de ahí, transformar el pensamiento. La función del artista es trabajar el lenguaje para llegar a la sensibilidad del otro y provocar algo en el otro. Y también enriquecer el lenguaje, la capacidad de pensamiento.

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