
LOS GUARDIANES DEL MUSEO DE LA PLATA
por Martín R. Ciancio
El 19 de noviembre de 1888 se inaugura en la ciudad de La Plata el llamado en aquél entonces “Museo General de La Plata”, uno de los museos de historia natural más importantes de Sudamérica. Este imponente edificio que se erige entre el verde entramado de árboles del Paseo del Bosque, combina elementos de la arquitectura griega con motivos decorativos típicamente sudamericanos. En su frente posee numerosos detalles arquitectónicos y ornamentos que definen una fachada principal de elementos muy significativos. La imponente escalinata de ingreso culmina en sofisticadas columnas corintias que sostienen un frontis triangular, con la escultura de una diosa alada que representa la ciencia y la sabiduría en su tímpano y a los lados los bustos de los 12 sabios. Sin embargo, los elementos más icónicos de este museo son las dos esculturas de los tigres dientes de sable que flanquean la escalinata. La presencia de las representaciones de estos dos grandes felinos extintos, recreadas por el escultor veneciano Victor de Pol no es fortuita, sino que es el preludio de lo que nos invita a conocer el Museo de La Plata.
Dentro del Museo, al comienzo del recorrido, nos encontramos una serie de salas que invitan a un viaje al pasado. Atravesamos millones de años en solo unos pasos, reconstruyendo la evolución de la vida en la Tierra y conocemos numerosos seres vivos que han habitado nuestro planeta a través del tiempo. El paseo por estos mundos del pasado culmina en un gran escenario que nos muestra la fauna que habitó la región pampeana durante la época llamada Pleistoceno, es decir desde hace aproximadamente 2.5 millones de años, tiempos muy recientes en la historia geológica de la Tierra si consideramos, por ejemplo, que los dinosaurios se extinguieron hace unos 65 millones de años.
En esa fauna, el tigre dientes de sable fue uno de los mamíferos más llamativos y abundantes. Estos grandes felinos tenían un tamaño similar al de un león, pero bastante más robustos, con unos enormes caninos superiores en forma de daga, que podían alcanzar más de 20 centímetros. Junto a los tigres dientes de sable, una variada fauna de mamíferos pobló las pampas durante esos tiempos, existieron mamíferos pequeños (roedores, comadrejas, hurones y zorrinos), medianos (zorros, pecaríes, algunos felinos y armadillos), grandes (caballos, guanacos, pumas, tigres dientes de sable y algunos gliptodontes) y los megamamíferos, que superaban los 1.000 kilogramos de peso (perezosos gigantes, macrauquenias, mastodontes, toxodontes, osos) y que constituyen los elementos más característicos y distintivos de la fauna pleistocena pampeana. Algunos de estos mamíferos aún podemos verlos en zonas alejadas a las grandes urbes. Pero a muchos otros, podemos conocerlos solo a partir de sus restos fósiles, principalmente a aquellos de mayor tamaño.
Entre estos grandes mamíferos pleistocenos se encontraban los mastodontes, parientes de los elefantes africanos, un poco más robustos que los elefantes actuales, y al igual que ellos poseían dos enormes “colmillos” alargados (en verdad no eran colmillos sino incisivos). Los toxodontes eran corpulentos, sin parientes actuales, su aspecto podría haber sido similar al de un hipopótamo o al de los rinocerontes. Otro de estos grandes mamíferos sin parientes en la actualidad es la macrauquenia, que era comparable a un camello o a una llama, pero como rasgo distintivo tenía una pequeña trompa, como la de un tapir. Entre los más grandes mamíferos de las pampas se registran los perezosos terrestres, dotados de grandes garras y con la capacidad de desplazarse con sus patas traseras, los más grandes podían alcanzar los 5 metros. Estos son muy diferentes a sus parientes vivientes, los perezosos arborícolas, que son mucho más pequeños y viven colgados de las ramas de los árboles altos. Se suma otro interesante grupo de mamíferos el de los gliptodontes, emparentados con los armadillos, se caracterizaban por tener una gran coraza, muy fuerte, formada por numerosas placas óseas unidas entre sí, además poseían también un fuerte recubrimiento óseo en la cabeza y en la cola, las formas de mayor tamaño alcanzaban 1,5 metros de altura y más de 4 metros de largo. Estos grandes mamíferos eran en su mayoría herbívoros, pero entre los carnívoros, además de los tigres dientes de sable, habitaron nuestra región unos osos gigantes, estos osos de las pampas eran robustos y de gran tamaño, cuando se paraban en sus patas traseras superaban los 2 metros, su hocico era muy corto y ancho y sus brazos muy largos.

Entre fines del período Pleistoceno y comienzos del Holoceno (entre 12.000 y 8.000 años antes del presente), se produjo la extinción de casi todos los grandes mamíferos herbívoros (megaterios, gliptodontes, toxodontes, mastodontes) y de sus depredadores (osos, tigres dientes de sable), los cuales sólo se conocen a partir de la información que nos brindan sus restos fósiles. Existen varias hipótesis sobre su extinción, pero probablemente, no haya sido un único factor el que la ocasionó, sino una compleja combinación de causas. En esos tiempos, hubo importantes cambios climáticos que afectaron al ambiente y a las comunidades animales. La alternancia de épocas glaciales e interglaciales, condujo a un estrés en las poblaciones de mamíferos, que afectó mayormente a las especies de gran tamaño, produciendo una disminución en el número de individuos. Otro factor importante fue la presencia del ser humano. Según datos arqueológicos, durante el último interglacial, los seres humanos ingresaron a América del Sur (hace unos 16.000 años AP) y coexistieron por unos 5 mil años con los megamamíferos. Existen numerosas evidencias de que los seres humanos cazaron activamente a estos grandes mamíferos, las poblaciones de megamamíferos se encontraban cerca del número mínimo de individuos, lo que resultó ser un factor de importancia en la extinción de estos animales.
Las evidencias de la existencia de estos seres vivos del pasado, muchos de ellos muy diferentes a los animales que podemos encontrar en nuestros tiempos, las constituyen los restos fósiles, estas pequeñas piezas y evidencias de seres vivos que, como si fueran partes de un gran rompecabezas nos desafían a reconstruir cómo habría sido la flora y la fauna en otras épocas. En la actualidad hablar de fósiles, de animales extintos, y de la historia de la vida en la Tierra, es algo frecuente, podemos reconstruir paisajes totalmente diferentes y entender que hubo procesos evolutivos en donde numerosas especies se han extinguido y muchas otras nuevas han surgido. Pero en la historia de la ciencia no fue tan fácil asumir la presencia de fósiles y mucho menos que esos fósiles representaron vidas pasadas ya extintas.
Las primeras menciones de la presencia de fósiles se dieron en el siglo I por el naturalista romano Gayo Plinio, pero su concepto se refería a todo aquello que era extraído de la tierra, incluyendo minerales y piezas arqueológicas, no solo organismos petrificados. Fue varios siglos más tarde, a partir de las contribuciones de Carlos Linneo en 1758 que se restringe la definición a los restos de organismos que vivieron en el pasado, sin embargo el concepto de extinciones todavía no se había desarrollado, ya que tenían un concepto fijista. Hacia 1795, a partir de las contribuciones del famoso naturalista Cuvier, se comenzó a desarrollar la idea de que en el pasado habían existido organismos muy diferentes a los que se conocen en la actualidad, los cuales ya no existían. Es así como introdujo el concepto de extinción, con la idea de que la fauna actual no es la misma que habría vivido en el pasado y que algunas de esas formas del pasado por algún proceso o algún evento habían desaparecido de la faz de la Tierra.
La extinción, como proceso de desaparición de especies, y su contrapunto, la evolución, proceso por el cual se diferencian nuevas especies, han ocurrido en la naturaleza, desde los inicios de la vida. La mayoría de esas especies extintas desaparecieron en un lento fluir. Pero en varias ocasiones durante los últimos 600 millones de años la vida experimentó extinciones masivas, durante las cuales la mitad o más de todas las especies vivas del momento desaparecieron en menos de dos millones de años (un instante en tiempos geológicos). Estas extinciones marcan algunas de las grandes transiciones de la vida, cuando nuevos grupos de especies tuvieron la oportunidad de hacerse con los nichos de los antiguos grupos. Los mamíferos, por ejemplo, dominaron la Tierra sólo después de que los dinosaurios gigantes se extinguieran, hace 65 millones de años.
La historia geológica registra cinco extinciones masivas ocurridas en el planeta, y según diversos estudios científicos ahora estamos atravesando por una sexta extinción masiva (también llamada extinción del Antropoceno). A diferencia de los eventos anteriores de extinción causados por fenómenos naturales, la sexta extinción masiva está impulsada por la actividad humana, principalmente debido (aunque no limitada) al insostenible uso de la tierra, el uso del agua y la energía, y el cambio climático. Se necesitan acciones urgentes si queremos frenar los impactos humanos en la biodiversidad, ya que todas las decisiones –políticas, sociales, económicas– implican riesgo para la biodiversidad de nuestro planeta. De hecho, cada vez más, las actividades humanas implican riesgo ambiental y eso se denota en el gran número de especies que se extinguieron en los últimos 1500 años y la existencia de numerosas especies en peligro y especies en vías de extinción.
Los fósiles nos ofrecen la posibilidad de conocer la vida pasada en nuestro planeta, conocer el pasado nos permite poder explicar el presente y poder planificar el futuro. La crisis en la biodiversidad, representada por la rápida extinción de especies, que estamos atravesando en la actualidad, ha ocurrido otras veces a lo largo de la historia de la vida, por lo que entender cómo se dieron estos procesos en el pasado y cuales podrían haber sido las causas que las desencadenaron, al igual que sus consecuencias, puede permitirnos vislumbrar qué puede suceder y cómo debemos actuar en esas circunstancias en el futuro.

Referencias
- El Pleistoceno es una división de la escala temporal geológica que pertenece al período Cuaternario; dentro de este, el Pleistoceno precede al Holoceno. Comienza hace 2,59 millones de años y finaliza aproximadamente hace 11.700 años.
- El fijismo o teoría fijista es una teoría que sostiene que las especies actualmente existentes han permanecido básicamente invariables desde su surgimiento a partir de un acto de creación. Estas ideas cambiaron radicalmente en la ciencia a partir del desarrollo de la teoría de la evolución, en el siglo XIX, a partir de las ideas de Charles Darwin y Alfred Wallace.
- Una extinción masiva es un breve período de tiempo geológico en el que se extingue un alto porcentaje de la biodiversidad o de distintas especies (bacterias, hongos, plantas, mamíferos, aves, reptiles, anfibios, peces, invertebrados). Es importante tener en cuenta que, en el tiempo geológico, un período “corto” puede abarcar miles o incluso millones de años.
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Martín R. Ciancio, se desempeña como docente, investigador y extensionista de la Universidad Nacional de La Plata, trabaja en el Museo de Ciencias Naturales La Plata y en Facultad de Ciencias Naturales. También es investigador de CONICET. Desde niño siempre tuvo interés por los animales vertebrados, y especial pasión por los huesos. Realizó la carrera en Biología, con orientación en Zoología, obtuvo la Licenciatura en el año 2004 y el Doctorado en Ciencias Naturales en el 2010. Actualmente su trabajo en investigación se centra en el estudio de los mamíferos fósiles, temática en la que ha realizado numerosas contribuciones científicas. Ha realizado varios trabajos y actividades de divulgación, relacionados con el conocimiento de la fauna fósil de la región pampeana y la importancia de su conservación. Además ha realizado numerosos talleres para niñes y docentes, junto al colectivo extensionista del cual es parte, llamado “Caminando entre gliptodontes y tigres dientes de sable” .