
PENTÁMEROS: UN UNIVERSO ÍNTIMO Y COMPROMETIDO
Por Soledad Gómez Novaro
En diciembre de 2021, se presentó Pentámeros, el último libro de Eduardo Mileo, editado por Ediciones en Danza. Se refirieron a la obra Javier Cófreces y Susana Villalba.
Tal como lo explicita Mileo en el epílogo, un pentámero es una forma que consta de cinco partes. De este modo, ya desde el título anticipa la estructura de la obra. Los poemas se agrupan en cinco apartados, “Arte poética”, “Sombra y luz”, “Agua”, “Amor y soledades” y “Memoria”, que van acompañados por obras de Eduardo Stupía, presentes también en el diseño de tapa. Estas cinco series se entrelazan mediante diversos ejes temáticos que atraviesan el libro, tales como el proceso creador y sus distintas facetas, la mirada poética, el silencio, el lenguaje, la inminencia de la palabra, el nacimiento del poema. A su vez, la creación se aborda desde una perspectiva que compromete la posición existencial del yo. De esta manera, serán ineludibles los cuestionamientos sobre el sentido del quehacer poético y de la existencia misma. Por otra parte, asistimos a la vivencia de un sujeto creador integrado al mundo, por lo cual, la poesía será un claro reflejo de esta actitud de compromiso que se pondrá de manifiesto en el tratamiento de temas como la memoria, la injusticia y la violencia.
Ya desde la primera parte titulada “Arte poética”, Mileo aborda el proceso creador en sus pormenores más íntimos. Sin embargo, no se limita a describirlo en una secuencia lineal, puesto que el lenguaje austero, en la brevedad concisa de los versos nos lleva también a percibir otra forma de trayecto que se desarrollará en el eje ocultamiento – revelación. El yo experimentará esta y otras tensiones que, si bien se presentan en dicotomías de oscuridad – luz, caos – orden, pasarán a resolverse en un dinamismo que, ante la oscuridad, operará desde la intuición y, ante el caos, desde el devenir y el azar. Se configurará de esta manera una actitud poética en la cual, la mirada irá dejándose modificar en el fluir, en la aceptación de lo imponderable. Ante esta actitud, los elementos que intervienen en el proceso se verán, a su vez, afectados.
Es preciso también detenernos en otro aspecto sobre el que indaga la primera serie. Se trata del papel de la palabra, que se esclarece a partir de la posición existencial del yo poético que, en reiteradas ocasiones, cuestiona la búsqueda de sentido ante la imposibilidad de encontrarlo. En “Dios es una presencia inexistente”, leemos: Un diamante / tallado por el silencio / nunca responde. Y también: ¿Es necesaria una respuesta? / ¿Hay una pregunta? / ¿O la vida es eso: / responder a una pregunta inexistente? La voz niega la posibilidad de entender, niega la necesidad e inclusive el sentido mismo del interrogante. La palabra, por esta razón, en lugar de asumirse como una posibilidad de respuesta en la que hallar reposo, se constituirá como camino y el único sentido podrá darse en el hecho de recorrerlo: Diosa de la palabra / sé mi viento / dame / un sentido. De esta manera, se traza una isotopía del movimiento que, en expresiones vinculadas con la acción de desplazarse en el espacio, atraviesa los distintos apartados que conforman el libro: No hay destino. / Navegar es / la vida entera (“Navegar es preciso”), o La razón es el mar. / Su ir y venir / es la brújula / No hay adelante. / El mar es el camino (“Canción del mar”). En otros poemas, este dinamismo se presenta también como instancia fundamental del proceso creador, a través de un lenguaje más explícito, tal como lo vemos al leer: Entre el silencio y la voz / hay un espacio que debe / ser transitado. / No se ocupa un lugar sin movimiento. En este andar, veremos a un yo poético que dejará de lado las ataduras que lo ligan a las distracciones cotidianas. Tendrá lugar entonces un desprendimiento que lo conducirá a dos puertos fundamentales del quehacer poético: el silencio y el vacío, tal como se pone de manifiesto en “Oración del silencio”: Cuando se espera la nada. / Cuando asciende / un estupor de espera y llena / de tiempo una falta. / […] Si el silencio es una religión / ¿a qué me ata? / Si no es una religión / ¿por qué vuelve / como imagen última? El silencio parece aludir a un tiempo originario, que antecede y, al mismo tiempo, se vincula estrechamente con la creación. Así se percibe en el pretérito bíblico o cosmogónico que encontramos en el poema “Para inventar una lengua”: Entonces no había lengua. […] Cuando todo era joven. Cuando nadábamos en la sangre silente. Este tiempo primigenio que antecede a la palabra, no es cronológico, sino que se corresponde con un devenir interior, fundamental en el proceso creador y que dará paso a lo que Maurice Blanchot llamó el estado de recogimiento. Y es a partir de este estado que la mirada iniciará un recorrido fundamental en el quehacer poético. A diferencia de la percepción cotidiana, sumida en el sopor de la costumbre, la visión poética opera como una forma especial de conocimiento, que se pone en juego a partir de una dinámica de revelación – ocultamiento. Sin embargo, esta forma de percepción no anula el carácter secreto de las cosas. Así lo deja ver Mileo en “Cosas mudas”: Se oculta / el sentido de las cosas. / Nadie / osa entender / lo que dicen. / Es / esta mudez también / la vida. Nace de esta manera, una nueva actitud ante las cosas, que dará lugar, a su vez, a una nueva actitud ante el lenguaje, tal como se manifiesta en “Las palabras y las cosas”: …Ya / la cosa original no existe. / la palabra nombra / lo que renace. En su poética, Mileo nos muestra una mirada vinculada con la palabra, al punto de llegar a una consustanciación. Así lo vemos en “Partes del todo”: ¿No es la palabra / la que indaga? / La palabra es un modo de ver. Así, la mirada trasciende la mera visión, capta en esta instancia la voz de las cosas y es gracias a esta unión radical entre la mirada y las cosas que acontece en la creación. En “La percepción (como una piedra de locura)” leemos: Veo una piedra. Es / una experiencia del tiempo. […] Una piedra / posada como un pájaro / sobre otra piedra. / ¿Quién / descubrirá ese nido? En el quehacer poético, palabra y percepción tomarán caminos no habituales, para que se dé un encuentro inusitado con las cosas. Se daría así, en términos de Schklovski, la liberación del objeto del automatismo perceptivo.
El poeta, entonces, accede a una nueva forma de percepción, se encuentra solo ante esta experiencia y necesita un lenguaje nuevo, recién creado. Esta circunstancia hace imposibles las precisiones del lenguaje de uso instrumental. Vibran entonces sentidos profundos. Para llegar a ellos, la intuición será la única guía. El yo poético, como diría Blanchot, “ya no pertenece al dominio magistral donde expresarse significa expresar la exactitud y la certeza de las cosas y de los valores según el sentido de sus límites.” Es en esta nueva instancia, donde el yo ha aceptado la oscuridad, el secreto como la voz misma de las cosas y se entrega al fluir, a lo imponderable. Así es como cobra relieve la imagen del agua que se despliega en “El corazón es una botella al mar”, de la segunda parte del libro: Tirar al mar / una botella y / esperar. […] ¿Volverá? / En el / corazón anida siempre / la incertidumbre. El mismo tópico se vincula con lo imponderable en “La corriente”: …cuando me distraigo / la corriente me lleva. […] El río se va / pero vuelve. / Está donde no se / lo espera y / vuelve sin aviso. Vemos un sujeto que interviene desde un papel activo de renuncia, pero que, al mismo tiempo, se entrega, se deja modificar por el proceso creador y, por tal motivo, no sale indemne de esta experiencia: Vuelvo a la arena / aclarado en el agua. (“El navegante”). La vivencia transformadora de este acontecer deriva del profundo vínculo entre el sujeto y el entorno. Vínculo que nace de una actitud comprometida, justamente a partir de la entrega mencionada anteriormente. En el último apartado del libro, que lleva el título “Memoria”, se despliega la mirada de un poeta inmerso en la realidad. El poema es, entonces, una voz urgente que denuncia la violencia de un mundo sostenido en la desigualdad y la injusticia: La noche grita. […] / ¿Por qué es / oscuro el azul si / brilla? […] / El azul es / una forma de gloria. / Pero no hay pan. / El pan es negro. / El brillo se opaca. La noche / deja de ser una metáfora. Y finalmente, ¿Llegará la luz / con la mañana? / El blanco / no ilumina para todos, dice Mileo en “Azul y blanco”. De esta manera, del mismo modo que hemos venido observando que el sujeto se deja afectar y modificar por la experiencia del proceso creador, al ser obra de un poeta que se involucra y se compromete con la realidad, la poesía hunde sus raíces en los conflictos, los trae ante nosotros y nos interpela, tal como sucede en “La historia”: nos exterminan / con armas o con hambre. / Siempre / la guerra es hoy. / Hay que decidir / de qué lado combatimos.
En el fluir de sus poemas austeros y despojados, Pentámeros se presenta como un universo que constela en el interior del poeta. Universo que se exterioriza en el momento en que la voz poética se constituye mediadora de la voz de las cosas. Un universo íntimo y, al mismo tiempo, comprometido.
SELECCIÓN DE POEMAS
DIOS ES UNA PRESENCIA INEXISTENTE
I
El viento que te empuja
no es un viento.
Es la ira de Dios.
Dios
Es un viento que empuja
II
¿Dónde te lleva la ira?
¿Dónde el destino de
esta locura?
Un diamante
tallado por el silencio
nunca responde.
III
¿Es necesaria una respuesta?
¿Hay una pregunta?
¿O la vida es eso:
responder
a una pregunta inexistente?
IV
¿No abruma esa presencia
sin cuerpo
muda?
¿El silencio del padre
no sanciona
la supremacía de la madre?
V
Diosa de la palabra:
Sé mi viento
dame un sentido.
PARA INVENTAR UNA LENGUA
I
Entonces no había lengua.
Un río como una mente
llegaba a los rincones.
Cuando todo era joven.
Cuando nadábamos
en la sangre silente.
II
Pero un lugar se abría.
El sol
como una herida viva
entraba en la memoria.
III
El crepúsculo es otro mediodía.
¿Pero cómo
si el sol baja y llega el horizonte?
El mediodía es
El clímax del ocaso.
IV
Hay un lugar donde la lengua
se habla a sí misma.
Un lugar de sí mismo
que en la lengua es otro.
Un sitio vacío.
El lugar donde todo otra vez
será nombrado.
V
Se ve la orilla.
Se ve la arena.
Se ven los médanos.
Se ve la estela
que deja el agua en la creciente.
Se ve lo que ya puede
ser creado.
UNA LENGUA
I
Encontré unas ramitas.
Las uní en un ramo.
El viento me las
quitó de las manos.
Hicieron
En el suelo dibujos.
II
Voy a recoger
ramas para un
fuego.
El bosque se aroma
de piñas y flores.
Me quedo contemplando
algunas en el suelo.
III
Quiero saber
por qué las ramas de los árboles
caen al suelo
con ese diseño.
IV
Quiero entender
el mensaje del viento
que planta en el suelo
esa escritura.
V
El suelo es un libro
escrito en la lengua
de los árboles.
AZUL Y BLANCO
I
Azul.
La noche grita.
La fuerza se concentra.
Todo el espacio es esa
oscuridad.
II
¿Por qué es
Oscuro el azul si
brilla?
En los ojos se transforma
en agua el cielo.
El azul es
una forma de gloria.
III
Pero no hay pan.
El pan es negro.
El brillo se opaca. La noche
deja de ser una metáfora.
IV
El poema se puebla
de lo que no
tiene nombre. De lo que
para nombrar habría
que empuñar un arma.
V
Cuando llega el azul
llega la calma.
Se muere o se duerme.
¿La vida cobra
la esencia de los sueños?
¿Llegará la luz
con la mañana?
El blanco
No ilumina para todos.
LA HISTORIA
I
Los ojos
Con que miramos
no son los mismos.
La historia los hace ver.
II
Entre racimos
de promesas y
muecas desesperadas
un infierno
entra en otro.
III
Fuegos donde
La historia empieza y
termina la alegría.
¿Nunca es tarde
para la barbarie?
IV
Nos exterminan
con armas o con hambre.
Siempre
la guerra es hoy.
V
Hay que decidir
de qué lado combatimos.
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Eduardo Mileo nació en Buenos Aires en 1953. Editó los libros Quítame estas cruces (1982), Tiendas de campaña (1985), Dos épicas (con Alberto Muñoz, 1987), Puerto depuesto (1987), Mujeres (1990; 2ª edición: 2005), Misa negra (con Alberto Muñoz, 1992), Poema del amor triste (2001), Poemas sin libro (Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes, 2002), Muro con lagartos (2004), Poemas del sin trabajo (Tercer Premio del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, 2007), Los frutos del apetito (junto a Javier Cófreces, 2011), Titanes (con Javier Cófreces y Alberto Muñoz, 2014), Bestias pop (con ilustraciones de Rafael Mileo, Pequeño Ratón Ilustrado, 2015). Junto al compositor Raúl Mileo, editó los CD A boca de jarro e Irala, sueño de amor y de conquista (2010). Con Gabriela Franco y Javier Cófreces, editó las antologías Última poesía argentina (2008) y Primeras poetas argentinas (2009). Integró la Comisión Directiva de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina (SEA). Fue miembro del Comité Editorial de la revista de poesía La Danza del Ratón. Es miembro del Comité Editorial de Ediciones en Danza.